martes, 24 de marzo de 2009

PEDRO MANUEL FALCÓN LLERENA: RETRATO DE UNA GRAN PERSONA



Permíteme Manuel, ahora que ya no estás con nosotros y disculpa por el abuso de confianza, romper el protocolo que aconseja moderación y calma, para apartarme de las frases gastadas por el uso y abuso de lo mas rebuscado de mi limitado léxico.


Amigo Falcón no llegue a ser un íntimo amigo tuyo, quizá buena parte del tiempo que llevo conociéndote sólo fuimos compañeros de trabajo, que mas da porque ahora hablaremos en la intimidad que nos otorga nuestra bella lengua, "en el tu y no en tercera persona", como mandan los cánones elaborados para casos como el que hoy me motiva a escribir estas líneas, tardías estoy seguro, pero que no por ello se tornan innecesarias.


Describir tu retrato es quizá un reto que hoy asumo confiando en el escalpelo de los recuerdos que llevo en mi corta pero generosa vida. Un hombre es según su época, la época diseña los valores del hombre; pero una época no define el carácter, el sentido particular, la euforia que ese hombre, influenciado y roñado por una época. Por tal razón se tiene que recurrir a los escritos vivenciales del hombre a quien se desea conocer, así como a la huella que dejó, perenne o no, en los escarbados senderos del pensamiento humano. Bajo esta intención retrato a quien en vida fue Pedro Manuel Falcón Llerena, quizá la "pluma" hoy quede disminuida al retratarte pues sería imposible capturar la esencia de ti, mi buen amigo, sólo podré abanicar bocetos de tu vida e imagen, me disculpo por ello.


Al buen Falcón lo conocí telefónicamente y siempre, él, acelerado como si el tiempo escapara de sus manos, sus días no tenían 24 horas, normalmente las extendía a límites insospechados, la fuerza que lo adornaba era digna de admiración, tu carácter siempre fuerte algo renegado combinaba una mística de buen trato y calidez única, el día que te conocí personalmente quedé impresionado por que tu espíritu luchador y corajudo no hacían juego con tu persona física, robaste la fuerza de la vida al Creador quien ya te había programado que descansaras y moderaras tus fuerzas, Hombre ya era tiempo de que te dediques a actividades poco esforzadas, ya debías vacacionar y ver la vida desde otra óptica.


Pero tu temperamento enérgico macizo como el metal que sólo podría haber fundido el mitológico Hefestos, herrero de los dioses, te hizo enrumbar por otro camino, eres de los hombres a los cuales se admira porque sufren, ríen, lloran y mueren, aun cuando quisieran vivir, parodiando al verbo insuperable de Miguel de Unamuno.


Tu vida se entregó a quizá 2 causas idealistas, tu familia y tu trabajo, no conozco a persona alguna – y mira que conozco a muchas – que se entregue con tanta vitalidad y apasionamiento a sus causas, hurgaré sólo la causa aquella de tu trabajo, respetaré la privacidad de tu familia, no te preocupes buen amigo, además podría pecar de imaginativo pues no te conocí en tu lado familiar, sólo en el laboral y a ello me abstraeré. Tu horario de trabajo ¿a qué hora empezaba?, ¿8, 9 de la mañana?, no mi buen amigo, hasta cuando te entregabas al sueño reparador trabajabas, aun de madrugada estabas dispuesto a cumplir tu labor fiscalizadora, preocupado por la empresa que te cobijó laboralmente, no descansabas en servirle fiel y desinteresadamente a cambio de sentir esa satisfacción de que le eras útil a alguien, crisol que adorabas y que cobijaba a todos los valores con los cuales siempre convivías.


Tantos recuerdos y tan limitada tinta que hoy humedece la pluma de mi corazón para escribir sobre tu "célebre" vida, entre esos recuerdos, separo uno. Lo escojo para comunicar los perfiles de la prudencia de los valores que formaban tu carácter. Licencia que tomo con tú venia.


Me llamaste a mi celular preocupadísimo por que vencía ya el plazo para presentarse a un concurso público, llámese licitación, era importante para la empresa el ganarla pues buenas utilidades se obtendrían para el rubro de traslado de encomiendas, era la primera vez que preparaba un expediente para tal situación pues nunca tuve a cargo proyecto similar, orientaste la línea de mi trabajo, con el pincel de tu experiencia retrataste, así como hoy lo hago contigo, las delicadas líneas del expediente y pude culminar, gracias a tu invaluable apoyo, a tiempo recibiendo a cambio la recompensa de haber ganado tal concurso que a la fecha mantenemos vigente, renovándolo año tras año, sabes bien amigo Falcón que aquello que me enseñaste lo llevo aplicando continuamente y siempre trato de mejorarlo, tarea difícil porque la perfección era un ideal apasionado exclusivamente tuyo.


Recuerdo cuando sonó mi teléfono y divisé tu número, estaba atareado y no contesté ese día ninguna llamada, pero algo me dijo que debía contestar esa llamada tuya, siempre me he distinguido por tener una extraña facultad de presentir cualquier hecho que se suceda a mí alrededor. Contesté a la tercera llamada, que insistente y terco eras Falcón, y me diste la buena noticia – Habíamos ganado – la emoción de tus palabras era indescriptible, esto nunca se lo conté a nadie, perdona mi infidencia, no comprendía hasta ese día porque trabajaba, para que me esforzaba y para que estudiaba, hasta ese día era un trabajador "común" y corriente que sólo trabaja por un sueldo para cubrir sus necesidades, pero tu mi buen amigo me revelaste una nueva dimensión del porque se debe trabajar, si eso que Don Pastor ya descubrió hace tiempo y que llamaba "ponerse la camiseta de la empresa", entendí que no se trabaja por un sueldo, se trabaja por disfrutar de aquel maravilloso placer de saber que eres útil en la vida, que tienes un propósito, que tienes una meta, un objetivo, es decir un "ideal", si aquello que es inalcanzable como la más lejana de las estrellas que adornan el firmamento cuyo concepto ha sido bien definido por el gran José Ingenieros.


Todas aquellas largas noches de desvelo que pasaba, estudiando y a veces en la empresa trabajando, de todos aquellos días en que no salía de la empresa ni para almorzar, de todas las llamadas de atención – reproches justificados - que recibía y aceptaba de nuestro jefe, de todos aquellos días en que trataba de no dormir en mis clases de Derecho pues estaba abatido de la jornada laboral, de todos los fines de semana que sacrificaba para estudiar y a veces trabajar, de todo el cansancio que arrastraba e iba acumulando, de toda la juventud que se escapaba a mi corta edad, que ahora no reflejo físicamente y sólo es distinguida al saber mi edad y ver que no paso de los 26 años, cuando aparento quizá ya 30 como ya muchas veces, con sorna agradable, me han dicho. Todo esto adquirió de repente un significado, gracias a ti buen Falcón, entendí que todo era porque tenía ya un ideal, y éste era ser "útil" a alguien en la vida, que privilegio que Don me obsequiaste sin siquiera saberlo buen amigo, tu desinteresada labor, tu encomiable dedicación al trabajo te rejuvenecía más y más, tenías la fuerza de un mozalbete "experimentado", destilabas ganas de vivir por donde pasabas y a su vez compartías ese Don con quienes te conocíamos. En este punto debo hacer un alto y agradecerte, se que tardíamente, por ese divino regalo que hoy guardo en el crisol de mi ya gastada juventud.


Como olvidar que tus ganas de aprender de estudiar nunca cesaban, recuerdo cuando viajé a Lima para asistir a un curso y no dudaste en acompañarme, privilegiada y madura compañía que acompañaban mi ímpetu y aún desorientada personalidad, se te notaba cansado por el trabajo del día pero tus esfuerzos sobrehumanos te mantenían allí despierto y atento a los distintos ponentes que allí se presentaban.


No pienses que escribo estas líneas sólo por compromiso o por intentar glorificarte ahora que ya no estás con nosotros, quizá pienses o piensen por ahí que esto es una barata zalamería, no mi buen amigo, en vida siempre se preocupan de nuestros defectos y errores, hoy toca hablar de tus virtudes y aciertos que, créeme superan por amplio margen a lo anterior.


El 01 de mayo, día del Trabajo y de nuestra Virgen Patrona, no pude estar contigo allá en Lima, pues como bien sabes yo vivo en Tacna, pero alcancé a ver fotos y testimonios de nuestros amigos que reflejaban lo bien que la pasaste, estabas feliz como satisfecho de lo que eras y de lo que hasta ese entonces habías hecho, bailaste como si en un concurso estuvieras, me alegro por ti, por saber que disfrutaste y fuiste feliz hasta el último día de tu vida, tengo una sana envidia por quienes departieron de tu agradable compañía ese día, la falta que harás es incalculable, tanto para las personas que te conocimos como para la misma Empresa que si vida tuviera, lloraría también tu partida, terco Falcón, gran vacío dejas en la vida de todos tus amigos.


Sé que no tardaré en alcanzarte, trataré de hacer los méritos necesarios para llegar allí donde ahora estás, se que será difícil, quizá nunca pueda lograrlo, pero a partir de ahora ese es mi ideal, ser mejor en todo sentido para poder emularte en vida y cuando me tenga que ir, lograr estar ahí en la gran empresa para la cual debes estar trabajando ahora, tu como siempre, pero ahora en el cielo con el Creador como tu único Jefe, presentaré mi curriculum y espero no ser rechazado, lo enriqueceré con todas las enseñanzas que me dejaste, no te preocupes, no te decepcionaré y ahí estaré. Pronto nos veremos.


Como bien lo expresó Chávez Molina, recojo sus palabras y las encauzo a tu retrato pues encaja perfectamente, Lima te cobijó por mucho tiempo, el mar que baña sus tierras le dieron a tu alma y verbo: carne, hueso y sangre, el valor de superar, el dolor, la flaqueza de la materia, para que viva por siempre y para siempre con luz eterna, los valores de tu espíritu. Nacieron en tu juventud y se desarrollaron, pese a los años transcurridos en florecida madurez, cargada de la sabiduría que te dio la experiencia vivida.

Tu personalidad, tu espíritu hoy vive en todos los que te conocimos, regalos insospechados que dejaste, Manuel Falcón, tu obra nunca se olvidará, al contrario es ejemplo y guía rectora en mi vida y en la de todos aquellos que te conocimos y que supimos descifrar tus invaluables valores, el vacío que dejas hoy no podrá ser llenado nunca, pero podremos mitigarla practicando todo aquello que, sin tu siquiera saberlo, nos enseñaste.

Fuiste bendecido por Dios con el Don de la persuasión – como yo he sido bendecido por Él con tu amistad – conciliabas desavenencias entre las personas que querías y lograbas acuerdos donde había conflictos, ajeno al rumor, el chisme y la mentira, algo metiche como no, pero claro con buenas intenciones. Parco en abrazos y en afectos fáciles, irónicamente desprendido y cariñoso hasta las lágrimas. Leal con tus amigos y fiel a tus principios de vida, no sucumbías al halago insincero ni a la lisonja falsa, ni por cierto, necesitas estas palabras pobres para sentirte realizado como persona, amigo Falcón descansa en paz y que el Cielo te resguarde con la misma calidez con la cual tú abrigabas a tus amigos.

Hasta pronto buen amigo y descansa en paz, pronto te alcanzaré.