viernes, 7 de enero de 2011

MOISÉS CHÁVEZ TUTOCAYO: RETRATO DE UN ILUSTRE MENTOR

Existen momentos en la vida de toda persona en que siente una brisa rebelde que llega a sonrojar su alicaído estilo de vida, esa brisa que rompe la rutina a la cual te has acostumbrado, esa brisa que da sentido y moldea tu vida, esa brisa cual escalpelo que recorre tu corazón y lo despierta y que sabes que si no le das la oportunidad nunca volverá a ti y quedaras como un montón de masa corporal fría e inerte; son pocas las personas que logramos sentir aquella brisa pero todos sabemos que sólo puede ser provocada por una persona que inexorablemente se convertirá en mentor tuyo y que amenazará incluso en desplazar a tu padre de aquel sitial tan sagrado que la vida le ha otorgado.

Con estas breves palabras quiero comenzar a escribir el retrato póstumo de un ejemplo de persona cuya bravura incansable sólo era comparada con la del ignoto mar: Moisés Chávez; ejemplo de esfuerzo y de coraje cuyo corazón templado como el mejor acero, incluso envidiado por Hefestos, fue en vida un maestro que muchos quisieran tener, intentó reubicarme en el buen camino allá cuando tenía mis 12 años, menuda tarea que le demandó casi 7 años, sólo él logró que sintiera aquella brisa desenfadada y que fuera descrita tan escuetamente en el párrafo precedente; por ello hoy pretendo – misión imposible – rendirle un pequeño tributo compartiendo con todos la visión que de él tuve, tengo y tendré.

Permíteme Moisés Chávez tomarme una licencia que en vida me fue imposible, hoy quiero apartarme de aquellas frases algo militares que siempre fue léxico entre nosotros, hoy quiero hablarte como amigo perdiendo el respeto que impone la edad superior que te rodea.

Retratar tu perfil no resulta difícil para quienes te conocimos, Moisés grande como el Misti Arequipeño, de corazón incansable como el Pacífico y tan acogedor como el cielo de esta tierra tan querida y que tuvo el privilegio de verte vivir, ellos modelaron tu ser, alma y corazón, te dieron el valor de superar el dolor que injustamente muchos te causamos y te brindó aquella dilatada sabiduría que no encontró jamás límites. Recuerdo que siempre nos decías que en el mar estaba Miguel Grau, en la tierra Defensa Civil y en el cielo – permíteme corregirte ahora– Moisés Chávez.

Aquella frase, algo gastada por el tiempo, retrata aunque no tan perfectamente tu persona, recuerdo que llegué a ti como un adolescente rebelde y poco respetuoso, tuviste la valía de reformar mi alicaído corazón, de compartir algo de la templanza y sabiduría que siempre formó parte de ti, perdón por agradecerte tardíamente pero tengo la esperanza de que en el fondo de tu robusto corazón sabías el respeto y admiración que te guardaba.

Allá por los años 90 integraba yo la brigada de Defensa Civil del distrito en el que vivía y al mando de ella sólo podía estar una preclara y digna persona, ese era tu puesto ayer, hoy y siempre Moisés; difícil misión me encargaste en aquellos trotes que dábamos en nuestras calles y es que tenía que guiar a la brigada con cánticos y lemas que infundieran valor y civismo en nuestros corazones – espero no haberte decepcionado – como no recordar a los sedentarios que de los techos de sus casas nos miraban extrañados como sorprendidos por la mística que tu compartías con nosotros.

Tu hijo Marcelo, fiel retrato tuyo, fue un gran amigo con el que compartí tantas experiencias y al que recuerdo hoy aún aturdido por su trágica partida de ya hace años, ni aquella pérdida fue capaz de derrumbarte pues siempre tenías esa sonrisa que destilaba cariño y firmeza en los corazones de quienes te acompañábamos, lamento haber intentado irme de tu casa aquella noche en la cual recordábamos la partida de Marcelo, intenté salir sigilosamente pero engañarte – graciosamente dicho – imposible era, justo cuando ya creía haber salido indemne sentí tu cálida mirada y me dijiste algo sorprendido: ¿Fredy te vas sin despedirte?, en aquel instante hiciste que mi vida retrocediera muchos años y me sentí como aquel adolescente que recién te conocía en Defensa Civil, solo atiné a sonreír y volver a tu casa. No sabes lo que daría hoy por estar contigo incluso si es por sólo minutos mi dilecto amigo.

Tu vida tuvo tres ideales: Tu familia, tu trabajo y Defensa Civil, nobles ideales que reflejan fielmente tu persona, siempre nos aconsejabas que debíamos ser respetuosos, tener valores, servir y ayudar al prójimo; perdón por no ayudar a quien era nuestro más querido prójimo: Tu mi gran amigo.

Hoy celebraremos una misa en tu casa, sí en el templo de la parroquia a la que tanto ayudaste, estimado amigo diste tanto en vida sin pedir nada a cambio; ello sólo ratifica la calidad de persona que fuiste, aún recuerdo que llamaste a toda la brigada y pediste voluntarios para colaborar con la parroquia en las festividades de la Virgen de Copacabana, tu digna personalidad no te permitía obligar a nadie a hacer lo que no quisiera, me ofrecí conjuntamente con otros amigos al trabajo indicado y debo confesar que lo hice sin imaginar las agotadoras jornadas que ello depararía; sudabas con todos nosotros y nunca abandonabas a la brigada, no eras de aquellos que por ser jefes piensan que deben estar al lado de las autoridades sentados regocijándose de si mismos; tú eras de los que rechazaban cualquier comodidad, compartías con nosotros la gaseosa y bizcocho que el Padre de la parroquia nos brindaba, incluso cuando al finalizar el día el Padre nos llamaba para darnos una propina tú le rehuías, al ver eso me sentía tan avergonzado pero a la vez tan regocijado de tener a un maestro tan ilustre.

Dios bendijo la vida de todos los que te rodeábamos, esta bendición no fue otra que el sólo conocerte, gracias a ti he logrado llegar donde estoy ahora, lloro tu partida cual hijo pierde a un padre, estoy seguro de que hoy desde el cielo aún guías mi vida, rector de los ideales que atañen mi corazón.

Disculpa Moisés pero no te podemos dejar ir, estarás siempre en el corazón de quienes te conocimos; tu personalidad vive en nosotros y la obra que forjaste en vida perdurará y será continuada por todos aquellos que tuvimos el honor de ser tus “discípulos”, intento seguir tu ejemplo y sé que estarás allí para reprocharme cuando me veas flaquear, no te preocupes buen Moisés intentaré no decepcionarte.

Hasta pronto amigo, falleciste ayer de madrugada como si no quisieras importunarnos incluso en tu partida, la nobleza de tu corazón te acompañó hasta el último respiro, ahora serás el guía de la brigada celestial de defensa civil, el Supremo ya tiene quien le organice al personal allá en el cielo, trataré de emular tu obra y quizá el Altísimo se compadezca de mí y me brinde la dicha de volver a verte allá en el cielo, claro sólo unos minutos porque sé que igualarte es un ideal y como tal es como una estrella tan brillante pero inalcanzable.

Por:

Fredy Copari H.

Tu gran amigo…

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